jueves, 26 de febrero de 2009

Desintegración de la URSS polariza sociedad rusa

Moscú, (PL) La desintegración de la Unión Soviética (URSS), acontecimiento que marcó un viraje hace 15 años en las relaciones internacionales, es hoy uno de los temas que más polariza a la sociedad rusa, en una mezcla de nostalgia y conformismo.

Por una parte están las figuras, protagonistas de esos sucesos, que a la luz de tres lustros consideran que fue objetiva e inevitable la desaparición del potente e influyente estado multinacional, creado en 1922.

Con matices se distinguen en otro bando políticos de distintas tendencias, partidarios de que la URSS podría haberse salvado por la voluntad de la dirigencia de entonces y con apoyo de las Fuerzas Armadas.

Hasta hoy existe poca claridad en torno al proceso que antecedió la firma del Acuerdo de Bieloviezhski, en la localidad bielorrusa del mismo nombre, el 8 de diciembre de 1991.

Sobre estos puntos oscuros todavía no se habla y se alude solamente al encuentro que puso fin a la Unión Soviética.

Los entonces presidentes de Rusia, Boris Eltsin, de Ucrania, Leonid Kravchuk, y Bielorrusia, Stanislav Shushkevich, sentenciaron con su firma la desaparición de la URSS del mapa mundial, luego de tres días de debates sin la presencia de otros dirigentes ex soviéticos.

El propio ex titular del Consejo Supremo de Bielorrusia, Stanislav Shuskevich, dijo esta semana que la decisión fue "espontánea y adoptada en cuestión de horas".

"En la primera tarde del 7 de diciembre acordaron prácticamente en media hora la suscripción del texto encabezado con la frase que seguía : la URSS como realidad geopolítica y sujeto del derecho internacional cesa su existencia", recordó Shuskevich.

Algunos analistas son del criterio de que el empujón para esa efímera reunión, casi secreta, fue la revuelta de agosto de 1991, amén de la existencia de situaciones complejas que aceleraron un deterioro interno del sistema político y socioeconómico.

A la sazón de estos sucesos, comenzó lo que denominan "avalancha independentista" en las repúblicas del Báltico, con la declaración de independencia de Estonia y Letonia.

Luego siguieron Ucrania, Moldavia, Azerbaiyán y Kirguistán, mientras el 1 de septiembre del mismo año anunciaron su salida Uzbekistán, Tayikistán, Armenia y Turkmenistán.

Con anterioridad a esta ola ya se había disuelto el Pacto de Varsovia en la capital polaca, bloque éste que sirvió desde 1955 de contrapeso en el equilibrio de fuerzas frente a la OTAN.

Al rememorarse esta fecha, el "primer presidente ucraniano", bautizado así tras la debacle, Leonid Kravchuk, declaró a la agencia ITAR-TASS que no lamentaba haber puesto su firma sobre ese histórico documento, pues consideró correcto ese paso.

Kravchuk, como otros políticos, opinan que esa fue la mejor variante para evitar un derramamiento de sangre en la repartición de la herencia de la Unión Soviética.

Las opiniones también se dividen en torno al papel que desempeñaron Mijail Garbachov y Boris Eltsin en estos acontecimientos.

Si bien tres líderes entraron en la historia como los firmantes del acuerdo de Bieloviezki, muchos aseguran que Eltsin llevó la batuta en los encuentros con sus colegas, incluso fue quien decidió no invitar a Garbachov a la "ultima cena".

A éste le atribuyen la iniciativa de crear una confederación como tabla de salvación de la URSS.

Cierto o no, el entonces presidente de Estados Unidos George H.W. Bush conoció primero que Garbachov la noticia, según confesó Kravchuk al periódico ruso Tiempo de Noticias.

Para los partidos izquierdistas incluido el Comunista de Guennadi Ziuganov no deja de ser un complot y traición urdida a espaldas de la voluntad de los pueblos de la URSS.

En el plebiscito efectuado el 17 de marzo de 1991, unos 112 millones de personas (76,4 por ciento) votaron por el mantenimiento del estado multinacional.

Y a pesar de la propaganda antisoviética que dominó el espacio informativo durante la pasada década, ese porcentaje supera hoy el 50 por ciento entre la población de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán.

Tras la renuncia de Garbachov, el 25 de diciembre de 1991, la bandera roja de la Unión Soviética dejó de ondear en el Kremlin, iniciándose un nuevo período de unilateralismo en las relaciones internacionales.

1 comentario:

  1. no soy ruso !! pero ojala que hubiese seguido la URSS !!!!
    VIVA!!

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