04 de Noviembre de 2010. AG.- Murió Mikhail Kudachkin. Un Hombre digno. Lo van a recordar muchos. En Rusia y en Latinoamérica. Y con razón. Con mucha razón.
Su vida fue larga, duró casi 87 años. Fue la típica y llena de símbolos biografía soviética, biografía modelo de un ciudadano de la URSS. Nació en 1923, cinco años después de la Revolución de Octubre, en una familia campesina de la aldea de Gorny Balyklei en la provincia de Stalingrado. Luego, durante la colectivización, su padre fue 'deskulakizado', es decir, privado de su parcela y bienes, por lo que migró a la capital de la provincia y se convirtió en obrero de la moderna fábrica de acero 'El octubre rojo', construida en la ciudad mencionada durante el período de industrialización de la Unión Soviética, en los años 30 del siglo pasado. Vivían bien, tenían un buen apartamento...
El 22 de junio de 1941, cuando empezó la agresión de la Alemania de Hitler contra la URSS, el joven Misha no tenía todavía 18 años y acababa de terminar la secundaria. Al día siguiente estaba en la caja de reclutas, y el 22 de julio fue enlistado en el Ejército Rojo. Quería ser piloto de guerra, pero lo mandaron a la escuela de oficiales de la infantería. Pasó toda la guerra en las filas de la 'Reina de los campos': "Nacido para arrastrarse, no puede volar", a menudo dijo luego, con su humor de siempre, recordando el viejo proverbio ruso.
Como flamante teniente obtuvo su 'bautizo en combate' en el amargo febrero de 1942, durante la retirada de las tropas soviéticas de la península de Crimea. De este episodio, el veterano me habló cuando lo visité en abril pasado para preparar un artículo de nuestra revista sobre los heróicos latinoamericanistas rusos, con motivo del 65 aniversario de la Victoria. En las aguas frías del Estrecho de Kerch al herido jefe del pelotón de fusileros le salvó la vida un viejo pescador, que lo sacó del mar junto con unos pocos compañeros de infortunio...
Después fueron las batallas de Stalingrado, del Arco de Kursk, la ofensiva en Bielorrusia. La liberación de Varsovia y, por fin, el asalto de Berlín por el cual el comandante del batallón el capitán Kudachkin fue condecorado con la Estrella de Oro del Héroe de la Unión Soviética. De los millones de combatientes que lucharon en aquellas batallas, nada más 11.500 personas obtuvieron la máxima presea militar de nuestro país...
En los años de posguerra, el oficial retirado estudió en el Instituto de Relaciones Internacionales, MGIMO, entre otras cosas, el idioma español. Ése fue el comienzo de su carrera como latinoamericanista. Luego, la Academia de Ciencias Sociales, la tesis sobre los aspectos jurídicos de la política exterior de los Estados Unidos de América en el Hemisferio Occidental. Durante cerca de 30 años, Kudachkin trabajó en el Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. En los 70 sostuvo una tesis doctoral sobre la experiencia de la lucha por la unidad y la victoria de las fuerzas de la izquierda en Chile, donde estaba en calidad del ministro-consejero de la Embajada de la URSS, cuando el presidente Eduardo Frei Montalva. Participó también en la 'Revista Internacional', sacada en la ciudad de Praga, entonces Checoslovaquia, por los partidos obreros y comunistas.
"El Dr. Kudachkin fue uno de los pilares del latinoamericanismo de la Unión Soviética. Los amigos latinoamericanos lo respetaban por su fidelidad a la causa, su sinceridad ideológica y humanismo. Gozaba de autoridad y popularidad". Éstas son las palabras del Dr. Karen Brutenz en la despedida. Uno de los ex dirigentes del Departamento Internacional del CC del PCUS también subrayó que "Mikhail Kudachkin fue el camarada en el sentido pleno y eterno de esa palabra. Camarada, porque nos unían las relaciones honestas, sinceras, sin mínima sombra de falsedad. Camarada, porque fuimos correligionarios, adeptos de una idea linda sobre la justicia y felicidad para todos los seres humanos y hemos trabajado para eso. Camarada, porque todos amábamos la Patria y el patriotismo fue el símbolo de nuestra Fe", añadió.
Los colegas lo hemos querido. Fue buen jefe, inteligente y firme. Sabía escuchar y dirigir. Tenía el don de la comunicación con la gente. Yo tuve la suerte de trabajar bajo la dirección de Kudachkin durante casi diez años. Éstos fueron los últimos años del Poder Soviético. Observar de cerca a los cada día más envejecidos líderes del Partido y del Gobierno provocaba tristeza. Pero en aquel entonces, y después, al Héroe de la Unión Soviética lo salvaron el sentido del deber cumplido y el natural sentido del humor de un hijo de campesinos. Pienso así.
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